Llama de Amor Viva es una de las obras más intensas y luminosas de la mística cristiana. Escrita entre 1585 y 1586, representa la culminación de la experiencia espiritual descrita en sus obras anteriores, Subida del Monte Carmelo y Noche oscura. A través de un breve poema de cuatro estrofas y un extenso comentario en prosa, San Juan describe la experiencia de la unión transformante con Dios, en la que la alma, purificada por completo, arde en el fuego del amor divino.
La metáfora central es la "llama viva", símbolo del Espíritu Santo que penetra y enciende el alma. A diferencia de la "noche oscura", donde domina la sensación de ausencia y despojo, aquí se celebra la plenitud: la llama no destruye, sino que ilumina, calienta y transforma. El alma ya no busca a Dios, porque vive en comunión plena con Él; el amor divino la consume y, al mismo tiempo, la hace más viva, transparente y libre. San Juan describe este estado como una participación anticipada de la gloria eterna, en la que la voluntad humana está perfectamente unida a la voluntad divina.
Cada estrofa del poema desarrolla un aspecto de esta experiencia: el fuego que suavemente hiere y sana, la comunicación íntima con Dios, la luz que disipa toda oscuridad y la transformación total del alma. El lenguaje poético es delicado y apasionado, cargado de simbolismo, y su interpretación teológica profundiza en la dinámica entre el amor humano y el divino, mostrando cómo la gracia no anula la naturaleza, sino que la eleva
San Juan de la Cruz (1542–1591), carmelita descalzo, poeta y místico, es una de las figuras más influyentes de la espiritualidad occidental. Junto a Teresa de Ávila, impulsó una reforma profunda de la Orden del Carmelo. Su obra combina una teología rigurosa con una poesía de altísima calidad literaria, y Cántico espiritual es considerada su obra más lírica y armoniosa. En ella, la experiencia de la unión con Dios se expresa no como doctrina abstracta, sino como un canto de amor, cargado de belleza y profundidad interior.