Todos los libros suelen tener introducciones, prólogos, prefacios, etc. para explicar su razón de ser. A veces, pareciera que no es suficiente con el hecho de que los tengamos en nuestras manos y hayamos comenzado a leerlos, sino que siempre buscamos algún tipo de justificación. En este caso, la introducción debe ser corta porque la vida de los héroes habla por sí misma.
Vivimos en una sociedad que adora a las personas que aparecen en las portadas de los medios de comunicación, pero Dios tiene reservadas las primeras páginas de la eternidad para otro tipo de héroes, muy diferentes a los nuestros. A lo largo de los 40 capítulos, iremos descubriendo cómo esos héroes y heroínas eran aveces extranjeros, en otras ocasiones ni siquiera conocemos sus nombres ni su familia, ni tampoco hicieron nada que podamos considerar "sobrenatural"; y, en su gran mayoría, no eran fuertes o legendarios. ¡Nada que ver con lo que nosotros habríamos imaginado! Se trata de personas que "simplemente" confiaron en Dios y, con su fe y su manera de vivir, transformaron la historia.
La lección más importante para nosotros es que podemos vivir como ellos. Todos podemos ser héroes, aunque casi nadie sepa lo que estamos haciendo ni conozca el lugar en el que vivimos. Dios sí lo sabe y, en su libro, el que trasciende la eternidad, están escritas cada una de nuestras hazañas, por muy pequeñas que creamos que sean.
Si me permites darte un consejo, creo que la mejor manera de que las historias bíblicas transformen nuestra vida es ponernos en el lugar de las personas sobre las que estamos leyendo, es decir, introducirnos en la aventura bíblica por medio de la imaginación espiritual; tal como Charles Sheldon escribió un día En sus pasos ¿qué haría Jesús?, nosotros podemos leer cada capítulo de la Biblia y pedirle al Espíritu de Dios sabiduría para vivir esos momentos con cada personaje y pensar qué haríamos nosotros si fuéramos esa mujer o ese hombre, y cómo podemos aplicar todo lo que ocurre en nuestra vida en el día de hoy. Si lo hacemos así, Dios va a hablarnos, seguro.
Por último, creo que no hace falta decir que el Señor Jesús es nuestro único, singular, amado y adorado Héroe (¡el único al que podemos aplicarle las letras mayúsculas!); pero Dios nos permite admirar también a otros. Él nos ha regalado la posibilidad de compartir parte de su gloria con cada uno de sus hijos. Todos, sin excepción, tenemos personas que nos han ayudado en nuestra vida; personas a las que consideramos nuestros amigos y, en muchas ocasiones, también podemos decirlo, nuestros "héroes". En varios de los capítulos, irás descubriendo aquellos que más han influido en mi vida; Dios los colocó en mi camino para conocerle a Él de una manera más íntima. ¡Muchas de sus enseñanzas son tan vívidas dentro de mi corazón que es imposible olvidarlas!
Esa es una de las razones por las que me gustaría terminar con un gran consejo que me dio la persona que me enseñó a amar a Dios a través de su Palabra, Francisco Lacueva. Yo tenía solo trece años cuando le conocí, y, desde entonces, el Señor me bendijo de una manera extraordinaria con su amistad y su sabiduría. Era una persona absolutamente entrañable, podía llamarlo en cualquier momento para preguntarle cualquier cosa sobre la Biblia, y él, con toda su paciencia, me explicaba lo que yo no lograba entender. Siempre recordaré los días que pasamos juntos tanto en su casa como en la nuestra, leyendo y estudiando la Palabra de Dios, hasta que el Señor se lo llevó consigo. ¡Es imposible explicar cuánto le echo de menos!