En esta narración, recogida por André Luiz entre la Tierra y el Cielo, se destacan los deberes relativos al respeto que nos cabe consagrar al cuerpo físico y al culto incesante del servicio al bien, a fin de que extraigamos de la peregrinación terrenal el mayor provecho, en función de la vida imperecedera. En cada capítulo nos encontraremos a nosotros mismos, con nuestros antiguos problemas de amor y de odio, de simpatía y hostilidad; a través del estancamiento mental, en ciertas etapas del camino; en la penumbra de nuestros sueños imprecisos o en la oscuridad de las pasiones, que en determinadas ocasiones nos arrastran a profundos abismos. Ante los problemas o situaciones del camino que nos es dado recorrer, analicemos cuidadosamente nuestra elección, porque nuestro pensamiento volará, anticipándose a nosotros, y atraerá y dará forma a la realización que nos proponemos concretar. Cualquiera sea el sector de la existencia, la vida nos responde según lo hayamos solicitado, y nos convertiremos en sus deudores de acuerdo con lo que de ella hayamos recibido.