Desde la aparición de Jesús, el Cristo, miles de discípulos que fueron inspirados por su luz y compasión realizaron en sí mismos y por su propio esfuerzo, el ideal de vida y de meditación, transformándose en las antorchas que iluminaron los caminos de los peregrinos. Ellos estudiaban y meditaban constantemente en silencio en las afueras de las ciudades, en el desierto, en las catacumbas, lejos de los ojos de los seres humanos que estaban inmersos en la lucha cotidiana por la sobrevivencia. En los inicios del cristianismo, existían muchas corrientes que discutían si Jesús podría ser o no considerado hombre, divino, o ambos; sin embargo, en esta obra discutir si Jesús era Dios o humano no tiene importancia, ya que cuando estudiamos y ponemos en práctica sus enseñanzas, la transformación de nuestro espíritu es evidente y verdadera.