La cocina italiana es rica, variada y llena de originales inventos, que las ""divisiones"" históricas y las particularidades territoriales han ido alimentando a lo largo del tiempo, delineando diferentes escenarios (de hábitos, pasiones, adaptaciones y condiciones particulares) de un lugar a otro, pero siempre con lo mismo objetivo: dar mayor satisfacción al paladar, combinando lo que la tierra puede ofrecer con lo que el arte culinario puede elaborar. Hoy en día, se denomina ""cocina típica regional"", con el agregado de algunas especificaciones, como ""pobre.
En cierto sentido, la ""cocina pobre"", el arte de crear platos ricos y sofisticados con ingredientes simples, lleva la tradición de la cocina italiana. Por tanto, la vuelta a ese momento, más que histórico, podríamos llamarlo tradicional, supone adentrarse en la historia para ir en busca de estas recetas típicas que se creaban en el mundo rural, a partir de los recursos del territorio. La esencia de la verdadera cocina italiana es precisamente esta: un mundo que contiene en sí mismo mil facetas, innumerables productos, que son la envidia de todos y, sobre todo, sencillez, que nos recuerda a nuestros antepasados, a nuestra historia. La cocina típica italiana evoca bienestar, y su éxito se debe a la calidad de la cocina, la sencillez y el amor en la preparación.