¿En qué consiste la experiencia humana? ¿Cómo entenderla? ¿Qué nos distingue de otras especies? Estas remotas, frecuentes y omnipresentes interrogantes son las que intenta responder el autor mediante un modelo de cuatro dimensiones: la conducta, la cognición y la afectividad, más una cuarta propiedad que las recorre y las integra: la simbólica
De inicio, se señalan dos datos significativos: 1) el ser humano y el chimpancé comparten el 99% de sus genes y, 2) al nacer, un chimpancé tiene un sistema nervioso con el 75 por ciento de desarrollo, el humano, por contraste, nace con 25 por ciento de desarrollo cerebral y el resto se realiza en relación con un entorno social, cultural e histórico. ¿Cómo es posible que tan sólo sea un uno por ciento lo que nos distinga, aunque no nos separe, de otros primates como el chimpancé?
La idea central que se presenta, se describe y se defiende, es destacar el rol protagónico que nuestra capacidad semiótica ha cumplido -y continúa cumpliendo- en el desarrollo del ser humano, en la confección de la experiencia humana. El ordenamiento de esa experiencia así como su comunicación ocurre de forma privilegiada mediante la narración de ésta.
Se aborda el factor narrativo qué, sin ser precisamente una dimensión de la construcción de la experiencia humana, cumple un papel imprescindible en la organización y la comunicación de ésta.