El advenimiento de las terapias moleculares dirigidas y de la inmunoterapia en la última década representa sin duda un gran adelanto en la medicina. Este cambio de paradigma promete muchísimos avances en el campo de la medicina individualizada.
A pesar de que estos fármacos suelen tener un mejor perfil de seguridad que los quimioterápicos convencionales, no se encuentran exentos de efectos adversos; y uno de los órganos más afectados es la piel.
Sin embargo, es frecuente que estas toxicidades cutáneomucosas sean subdiagnosticadas– probablemente por su desconocimiento– y la demora que se produce en su diagnóstico puede afectar seriamente la calidad de vida del paciente y la regularidad del curso del tratamiento oncológico.
Esto hace que la participación interdisciplinaria entre oncólogos y dermatólogos sea esencial para el paciente. La piedra angular del manejo de estos pacientes debe ser la educación y el acompañamiento terapéutico para lograr realizar un diagnóstico y tratamiento tempranos del amplio espectro de efectos adversos mucocutáneos secundarios a las nuevas terapias emergentes. De esta forma, nuestro objetivo es mejorar en conjunto el campo de la oncodermatopatología.